sábado, 26 de noviembre de 2011

Felicidad, qué bonito nombre tienes

Quiero estar en una pequeña casa, con un patio y un limonero. Tumbado al sol de la tarde en mi hamaca, tan cómoda como vieja, tocando mi guitarra mientras observo que en el arriate crecen los tomates.
Huele a jazmín abierto.
Silenciosamente se acerca mi perro y lametea mis dedos descalzos, haciéndome cosquillas el muy cabrón. Él se para delante de mí a escucharme, mirándome fijamente, haciéndome sentir seguro.
Suelto la guitarra y le acaricio la cabeza contándole que todo va a salir bien.
Me levanto y pongo en el tocadiscos mi canción para soñar.
De repente se abre la cortina de la puerta y sale ella de la casa, con el pelo enmarañado y cara de recién levantada de la siesta.
Dice: "Me encanta ésta canción."
Echa café en nuestras tazas y se sienta a mi lado, en su hamaca.
La miro y no puedo parar de sonreír. Me mira y dice: "¿Qué pasa?", a lo que respondo con una sonrisa aún más amplia.
Cojo la guitarra otra vez y le canto la canción que le escribí.
A ella no le importa lo mal que yo cante, igual que a mí no me importa que nadie más me escuche.
"Qué tonto eres."

Miro el limonero: "Hay que ir cogiendo ya los limones..."